CON PERAS Y MANZANAS: EL COVID DE DONALD TRUMP
CON PERAS Y MANZANAS: EL COVID DE DONALD TRUMP

Al momento de leer estas líneas, Donald Trump ya habrá salido del hospital por decisión propia. Según los reporteros que cubren al presidente de Estados Unidos, Trump se aburrió de estar esperando a curarse de la enfermedad y decidió, por sus pistolas, que ya había pasado demasiado tiempo encerrado. Así, contagioso y enfermo, el presidente de uno de los dos países más poderosos del mundo regresa a la campaña para reelegirse. Con covid.

Como todo lo que ha hecho Trump frente al coronavirus, ésta es una pésima idea. Es difícil saber qué tan enfermo estuvo –y está– porque sus doctores han buscado la manera de no decir nada. Desde no aclarar si utilizó un tanque de oxígeno o no, hasta no aclarar por qué le están recetando medicinas que sólo se le dan a los pacientes en estado crítico y conectados a un ventilador

Pero lo que sí se sabe es que fue parte de al menos dos eventos masivos de contagio: el primero, el fin de semana pasado, cuando hizo oficial la postulación de su candidata a la Corte Suprema. Ahí, sin tapabocas él y sin tapabocas muchos de los asistentes (en particular congresistas del Partido Republicano), Trump habló de su candidata y se expuso al contagio que lo enfermó. De paso se expusieron varias personas más, que, en su infinita estupidez de pensar que los tapabocas no funcionan, ahora sufren las consecuencias.

El segundo fue durante el debate presidencial –durante el cual probablemente ya estaba contagiado–. Ahí Trump vociferó y gritó, esparciendo partículas por el escenario y el auditorio, mientras –otra vez– la gente que iba con él, empezando por su familia, no llevaba cubrebocas. No le avisó a nadie de su posible caso de covid: al día de hoy el equipo de Joe Biden, su oponente en la elección, dice que jamás les dijo nada el equipo de campaña de Trump sobre un posible contagio.

En total son casi 30 personas cercanas al presidente gringo que se han contagiado en los últimos días. Y no sólo eso: el domingo, sólo por hacer propaganda, Trump decidió salir del hospital en su camioneta para saludar a sus seguidores. La camioneta, se supo después, no sólo está blindada, sino que está herméticamente sellada para resistir ataques químicos. Junto con Trump en el vehículo iban miembros del Servicio Secreto de EEUU, quienes estuvieron expuestos al virus de primera mano, sin ventilación u otro medio para evitar el contagio. Pero como es su deber proteger al presidente sin importar la circunstancia, tuvieron que subirse a la camioneta y esperar que por un golpe de suerte no les ocurriera nada.

Al momento de leer estas líneas, Donald Trump ya habrá salido del hospital por decisión propia. Según los reporteros que cubren al presidente de Estados Unidos, Trump se aburrió de estar esperando a curarse de la enfermedad y decidió, por sus pistolas, que ya había pasado demasiado tiempo encerrado. Así, contagioso y enfermo, el presidente de uno de los dos países más poderosos del mundo regresa a la campaña para reelegirse. Con covid.  Como todo lo que ha hecho Trump frente al coronavirus, ésta es una pésima idea. Es difícil saber qué tan enfermo estuvo –y está– porque sus doctores han buscado la manera de no decir nada. Desde no aclarar si utilizó un tanque de oxígeno o no, hasta no aclarar por qué le están recetando medicinas que sólo se le dan a los pacientes en estado crítico y conectados a un ventilador  Pero lo que sí se sabe es que fue parte de al menos dos eventos masivos de contagio: el primero, el fin de semana pasado, cuando hizo oficial la postulación de su candidata a la Corte Suprema. Ahí, sin tapabocas él y sin tapabocas muchos de los asistentes (en particular congresistas del Partido Republicano), Trump habló de su candidata y se expuso al contagio que lo enfermó. De paso se expusieron varias personas más, que, en su infinita estupidez de pensar que los tapabocas no funcionan, ahora sufren las consecuencias.  El segundo fue durante el debate presidencial –durante el cual probablemente ya estaba contagiado–. Ahí Trump vociferó y gritó, esparciendo partículas por el escenario y el auditorio, mientras –otra vez– la gente que iba con él, empezando por su familia, no llevaba cubrebocas. No le avisó a nadie de su posible caso de covid: al día de hoy el equipo de Joe Biden, su oponente en la elección, dice que jamás les dijo nada el equipo de campaña de Trump sobre un posible contagio.  En total son casi 30 personas cercanas al presidente gringo que se han contagiado en los últimos días. Y no sólo eso: el domingo, sólo por hacer propaganda, Trump decidió salir del hospital en su camioneta para saludar a sus seguidores. La camioneta, se supo después, no sólo está blindada, sino que está herméticamente sellada para resistir ataques químicos. Junto con Trump en el vehículo iban miembros del Servicio Secreto de EEUU, quienes estuvieron expuestos al virus de primera mano, sin ventilación u otro medio para evitar el contagio. Pero como es su deber proteger al presidente sin importar la circunstancia, tuvieron que subirse a la camioneta y esperar que por un golpe de suerte no les ocurriera nada.

Porque así es Trump: sólo le importa lo que le suceda a él. Para el debate ya sabía que probablemente estaba contagiado, igual fue e igual debatió sin cubrebocas. De paso evitó hacerse la prueba rápida de coronavirus que se le hizo a todos los asistentes, porque juró que no estaba contagiado. Así de honesto es.

Después, cuando ya se había confirmado el diagnóstico, fue a un par de eventos de campaña a puerta cerrada, sin avisar a nadie que había dado positivo. Estuvo en contacto con decenas de personas. Las expuso por no querer admitir que estaba contagiado de una enfermedad a la que meses antes había llamado falsa.

Y ayer, a través de Twitter, su medio de comunicación preferido, dijo que no había que tenerle miedo al virus y que por eso se iba a salir del hospital. El presidente del país con más muertos, con más contagios, volvió a menospreciar una enfermedad que aún no tiene cura. Y de paso le dio permiso a sus seguidores de seguirse exponiendo a contagiarse, porque para Trump la cosa no es tan grave.

¿Cómo afectará esto su campaña de reelección? Es difícil saberlo. Queda menos de un mes para el día de la votación; las encuestas federales dicen que va entre 10 y 12 puntos detrás de Biden. Pero hay muchos factores en juego: cuánta gente irá a votar el mismo día y cuánta no por miedo al contagio. Cuántos lugares habrá abiertos y cuántos no. Cuántos sí podrán votar porque aparecen en las listas, y cuántos habrán sido eliminados del padrón por las irregularidades que plagan el sistema gringo. 

No sólo eso. ¿Cuántos de los seguidores de Trump no intentarán boicotear el proceso porque el presidente ya les dejó claro en el primer debate que “viene un fraude masivo”?

Habrá quienes ya estén hartos del presidente estadunidense; quienes le crean con los ojos cerrados; incluso, más ahora que está diciendo que el covid no puede con él

Pero no deja de ser increíble que alguien como este hombre, cuya filosofía de vida es embaucar al prójimo, que sólo piensa en cómo aprovecharse, que no sabe gobernar y que tenga a su país al borde del colapso, siga teniendo posibilidades serias de reelegirse como presidente del país más poderoso del mundo occidental.

Así de loco es el siglo XXI; y así de loco es, en particular, 2020.

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